Puedo escribir cosas tristes pero hermosas.Son tristes por el solo hecho de que pasaron y al no estar aquí no volverán a ocurrir.
Como aquel 3 de agosto en que ibas a ser abuela por primera vez.Sentada en esa sala de espera, como si yo fuera tu hija y tuvieras miedo de que algo me pasara. Sentí tu sonrisa y tu beso tan cálido cuando entre en la habitación.Creo que fue nuestro primer acercamiento, porque ese pedacito de sol que dormía en la cuna, llevaba tu sangre también, e iba aprender mucho cosas de su mano, como su mama.
Vos y yo sabemos que no fue fácil, nada fácil, necesitaba aprender muchas cosas de la vida.
Había muchos celos, quizás tontos, pero celos al fin.
Yo sentí que dejabas de cuidarme, como cuando el estaba en mi panza, y te esforzabas en enseñarme a criarlo. Miedo a tu experiencia, que me convertía en un ser inferior, ante mi hijo y ante mi misma.
Mi terquedad o mi debilidad me hicieron tomar a veces actitudes tontas, como hacerte sentir que ese niño era mió, solo mío. Sentía celos porque siempre tenías razón. Pero no me arrepiento porque ese era el camino para hoy entender, entenderte, sin falsedades, sentir cuanto te quise y te quiero.Cuando deje de ser una niña celosa de tu seguridad y experiencia, para empezar a aprender de ella. Te extraño.
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